Como un golpe bajo en el trajinar cotidiano
ayer la noticia daba cuenta de un nuevo accidente ferroviario donde murieron
tres personas y hubo centenares de heridos.
Huelgan las palabras cuando la tragedia sobrevuela
sobre una sociedad que todavía está preguntándose por la “tragedia de Once”
hace menos de un año y medio.
Entre los hechos y el dolor, el oficio del
cronista es captar los acontecimientos y presentarlos con la mayor fidelidad,
pero esto no significa que sea de manera cruda, sin filtro.
Muchas veces la avidez de la primicia nos ciega
en cuanto al tratamiento de la noticia y en vez de informar, opinamos y
focalizamos en el árbol sin mirar el bosque.
Con la pluma y la palabra el escritor, el
periodista, mediatiza una realidad muchas veces inasible y ahí está el arte y
el oficio de su ejercicio y experiencia.
Parte del Aire de la prensa en estos tiempos busca
el impacto, el golpe certero hacia la indignación, arrojándose a los hechos
como aves de carroña sobre los restos.
Ayer fue el día del escritor y mañana es el día
del libro, un oficio que se desarrolla en la práctica cotidiana y se vuelca
sobre uno de los objetos más acabados de la cultura humana.
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