Si hay algo
que no tiene precio y que nos es común a todos, es el aire que respiramos; tan
elemental y esencial que nadie se preocupa mucho por su posible escasez.
El aire que
respiramos es tan elemental que no somos concientes de ello y sin embargo todo
el tiempo ahí está, rodeándonos, permitiéndonos vivir cada día.
Ese mismo
aire que nos contiene puede ser modificado, afectado por los agrotóxicos y de
un tiempo a esta parte los habitantes de los pueblos rurales piden ser oídos, como
en Alberti.
Los
ciudadanos de Alberti han conseguido, luego de 25 días de acampe frente a la
comuna, ser oídos en sus reclamos: la justicia dictaminó un perímetro ecológico
alrededor del casco urbano para que no haya fumigaciones.
Parte del
Aire que respiramos se ve muchas veces agredido por el abuso indiscriminado y
también por la desidia de los funcionarios competentes.
Que un
elemento tan esencial como el aire necesite ser controlado para que no haya más
vecinos rociados por agrotóxicos habla de una falta de sentido común a la hora
de pensar en la salud de los habitantes de nuestras tierras.
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