En gran parte la obra de Jacques Lacan,
psicoanalísta francés del siglo pasado, gira en torno de las posibilidades de
la palabra: la palabra mediadora, la palabra pacificadora.
Gracias a Dios, diría Lacan, los sujetos
humanos estamos atravesados por la palabra, como contenidos en las palabras.
Y esta virtud que surge de una falencia en la
teoría lacaniana hace que podamos estar los unos con los otros, relacionarnos y
establecer “puentes” de contacto.
El debate en las mesas de café es un clásico de
nuestra cultura: apasionados, posicionados en torno de “nuestras” verdades,
discutimos, debatimos y hasta nos peleamos a través de las palabras.
Este sábado sobre el cuadrilátero del ring
side, un argentino defiende su corona y muchos seremos quienes estaremos
atentos al acontecimiento. Ahí las palabras se reemplazan por puños en un
deporte que privilegia la estrategia sobre la fuerza bruta.
Parte del Aire de los debates que se pudieron
apreciar en torno de los proyectos sobre la Justicia entremezclaban la impotencia con la pasión,
dejando de lado las palabras para pasar a los vasos arrojados al aire.
Si lo que te gusta es grita, dice Charly García,
desenchufa el cable del parlante, el silencio tiene acción.
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