El panfleto decía claramente en un recuadro
verde: “Acá mando yo”. Y los papelitos se multiplicaban como un colchón de
hojas a lo largo de las veredas y calles de la ciudad.
“Acá mando yo” era la oración que ganaba el
centro de la escena en el día de ayer. Una afirmación que encierra una
advertencia: acá mando yo y no te atrevas a pasar sin mi consentimiento.
Desde hace años la ciudad de Mercedes viene
experimentando una serie de tensiones soterradas en torno de la juventud, la
pertenencia o no a determinado grupo, la diferencia entre colegios.
“Acá mando yo” parece más una frase provocadora
que una invitación a la celebración, cuando celebrar debería ser el espíritu de
algunos acontecimientos: el día de la primavera, la finalización de las clases.
Ahora, el comienzo.
Como un patrón de la vereda, esta aseveración
remarca los límites de un espacio, un territorio. No obstante esa delimitación
queda enmarcada en el rectángulo del papelito arrojado.
Parte del Aire de lo que se vive hace tiempo en
la ciudad, en torno a las celebraciones juveniles, a toma un giro que más que
incluir, excluye; más que invitar, rechaza.
Las calles y las veredas no son ese espacio
delimitado del panfleto. Que las calles y las veredas no sean más el espacio
donde solamente mandan algunos.
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