El aire es de todos, el aire es libre, rezaba
uno de los juegos de infancia que consistía en pasar cerca de la cara de otro
chico sin tocarlo.
El espacio en común es un espacio sin dueño, un
espacio abierto por donde se puede pasar, transitar: entrar y salir del espacio
en común es una contradicción en sí misma.
Las plazas son espacios en común, espacios públicos;
la vereda, la calle, son lugares transitables y también lugares para estar.
La iniciativa de cercar plazas en Buenos Aires
no es nueva: el motivo principal para cerrar un espacio público sigue siendo el
tema de la inseguridad. La puerta de entrada a la parcelación de los espacios
en común pareciera ser la desconfianza en el otro, la estigmatización del otro.
Artesanos, feriantes, vecinos, transeúntes se entremezclaban
en la protesta de estos días por el encerramiento de Parque Centenario con la
policía metropolitana formando una valla humana.
Parte del Aire de lo que puede palparse es que los
espacios vitales de encuentro cada vez son menos: plazas, parques, paseos.
La posibilidad de socializar no debería
encerrarse en espacio privados. La posibilidad de estar en un espacio en común
con el otro es parte de nuestra democracia, como poder andar las calles sin
documento.
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