Pasó otro fin de semana vacacional: poca gente
en el centro, comercios cerrados por vacaciones, menor concurrencia en los
bares.
El verano dilata las jornadas hasta
convertirlas en horas de calor, siestas prolongadas, tardes de pileta –quienes pueden
y tienen-.
Pero a pesar de esta vida de “relax”, las
noticias continúan y hace poco se informó que dos mujeres murieron, asesinadas,
por sus propias parejas.
Otra vez la violencia de género y el femicidio
son moneda corriente: las estadísticas, que comenzaron a confeccionarse en
estos últimos años, dan cuenta de una alarmante escalada en este tipo de
homicidios.
150 denuncias se realiza por violencia de género
en Mercedes: el número de por sí llama la atención, más si se lo compara con el
número de víctimas fatales.
La vida no tiene precio, pareciera ser el
mensaje que golpea en cada noticia, en cada serie de televisión, en cada juego
de Internet: la violencia es noticia y si tiene final fatal, más.
Parte del Aire de esta “ola” de violencia de género,
pero también violencia en general, tiene que ver con ese mensaje que todos
mamamos desde hace años: la vida no tiene precio.
Pero quizá la solución resida en la misma oración:
la vida no tiene precio. Y justamente por no tenerlo, porque nada vale lo que
vale una vida, hay que respetarla, cuidarla y enseñar que es invaluable cada
vida que se pierde.
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