Colegio de Martilleros Mercedes

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Crónicas urbanas - relatos encontrados 3: vivir en la calle.


Por Octavio Fiorelli
La noticia decía que en Capital Federal unas 16 mil personas se encontraban en situación de calle –viven, literalmente, en la calle-. La inquietud me dirigió entonces a preguntarme cuanta gente habría en la misma situación en Mercedes.
La pobreza y la indigencia son dos condiciones que como problemáticas sociales muchas veces son ocultadas, invisibilizadas.
“¿Dónde va la gente cuando llueve?” decía la canción de Lito Nebia, la pregunta sería: ¿dónde va la gente que no tiene dónde ir?
En la literatura hay algunos ejemplos de escritores que dejaron todos sus bienes, su bienestar para vivir en condiciones precarias, mendigando, viviendo en la calle: George Orwell, el autor de la novela “1984” vivió más un año como vagabundo en la Inglaterra de la década del 30 y reflejó esta vivencia en su novela “Sin blanca en París y Londres” (1933).
Investigando sobre el tema encontré que en Mercedes existe un solo comedor para hombres adultos mayores en situación de calle: el comedor “Centro Solidario Madre Antonia Cerini” que llevan adelante todos los días, de lunes a lunes, las hermanas de la congregación de San Antonio.
El comedor se encuentra en calle 26 entre 15 y 13 y abre sus puertas todos los medio días para dar de comer o entregar una vianda a todo aquel que lo necesita. La hermana Mirta Forte es la encargada del centro solidario y junto a la cocinera Stela Maris Mieri son las responsables de asistir a los adultos mayores que se acercan.
La tarea de dar de comer todos los medios días comenzó hace 40 años, cuenta la hermana Forte: “Se inició a raíz de que por la calle 28 venían personas adultas a pedir comida y para que no comieran tirados en la calle, las hermanas de ese momento pensaron en instalar este lugar y darles la posibilidad de que comieran dignamente.”
El medio día en que me acerqué para la entrevista unos diez hombres estaban esperando en la vereda, charlando entre ellos con algunos bolsos y bolsas en las manos. Puntualmente a las 12 horas la puerta de chapa se abrió y la hermana preguntó cuántos eran ese día: 10 comensales esperaban la vianda.
“En esos inicios el comedor estaba atendido por las postulantes y novicias que estaban preparándose para profesar como religiosas. En estos momentos no tenemos ni postulantes ni novicias entonces las hermanas heredamos este trabajo y lo continuamos. Es una misión y un apostolado para darle un  poco de dignidad a estos abuelos que están sin familia y sin techo” explica la hermana luego de haber atendido a todos los adultos mayores que recibieron una generosa ración de comida.
Entre 17 y 11 personas se acercan al comedor todos los días y retiran la vianda que las mismas hermanas elaboran con elementos comprados por ellas mismas o que son donaciones de particulares, como la bolsa de pan que dejan todos los días en la puerta de la congregación sin saber quién es el donante.
“Se llevan la comida para el medio día y a veces les podemos dar para la noche” cuenta la hermana Forte quien describe que es comida elaborada todos los días acompañada por pan fresco y alguna fruta. “Contamos con colaboración de la gente. De festivales organizados para recaudar alimentos no perecedero como el organizado por Alejandra Nouvelleur o la gente de teatro de la cárcel” cuenta la hermana y agrega que no reciben ningún tipo de subsidio o ayuda de ningún ente oficial o del Estado. “Dependemos de la buena voluntad de la gente y de lo que nosotras podemos humanamente organizar para darles y asistirlos”
Para estas fiestas y en particular en esta navidad, la hermana comenta que hay gente que se acerca y deja donaciones de panes dulces o algún postre para compartir. El 24 y 25 de diciembre el comedor abre sus puertas y entregará las viandas.
En Mercedes, la problemática de las personas en situación de calle debería ser un tema tratado desde Desarrollo Social. Pero, indagando un poco, uno se encuentra que solamente la franja etárea de los niños y adolescentes en situación de calle está contemplada por el programa provincial “Vuelta a Casa”, que fue puesto en funcionamiento en junio del 2004 y que a partir del 2008 lo gestionaba la Dirección de Niñez de la municipalidad y actualmente lo maneja una coordinadora. El “Vuelta a Casa” es un programa de becas para niños en situación de calle que trata de sacarlos de ésta.
La situación de los adultos mayores en estas condiciones de precariedad, en situación de calle, no está contemplado por ningún ente oficial en la ciudad. No hay programa nacional, provincial o municipal que trabaje con esta franja de la población en vulnerabilidad. Solamente en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires existen los “Paradores” donde pernoctan y reciben aseo y alimentación; además de existir algunos comedores tanto en la capital como en la provincia: comedores que manejan entidades religiosas o partidos políticos.


La navidad de Luis

Su verdadero nombre no es Luis pero accedió a la entrevista con la condición de no sacarle ninguna foto y no poner su nombre real.
Luis tiene 38 años y no es ni vive en Mercedes: es de Ramos Mejía y vino a la ciudad por un trámite legal en la defensoría civil. A Luis lo encontré esperando recibir comida en el comedor de las hermanas de San Antonio, pero ese día, llegamos tarde. Es la segunda vez que patea estas calles: hace más de un año llegó a la ciudad guiado por su compañera de entonces y pasaron la noche en la estación de trenes.
Hace tres años que lleva esta vida en la calle “del 31 de diciembre del 2009 comencé en serio en la calle, desde el 2007 ya conocía los comedores” cuenta Luis quien dice que es su modo de vida. Luis se mueve de un lado a otro en el transporte público gracias a un pase. Lleva todas sus pertenencias en una mochila y su “lugar de residencia” es un parador de Capital Federal. “La movida está allá” dice Luis. “Ahí está la mayor cantidad de comedores y los mejores. En la provincia no hay tantos y no pasa nada en los comedores. En Capital hay más gente haciendo esta vida. Acá no hay tanta” dice Luis.
“Acá juego de visitante, no conozco. Por eso no me quedo a dormir. No le tengo miedo a la policía, le tengo más miedo a la otra gente de la calle”.
“Hay de todo un poco. Hay gente que está en la calle en serio, el típico “croto”, el linyera que va sucio, con bolsas, con el perro, como Diógenes. El linyera loco, que habla solo. Pero también hay otro tipo de gente que hace esta vida, que cobra una jubilación, una pensión o reciben un subsidio habitacional, allá en capital, para que te alquiles algo. Algunos se lo gastan en otra cosa: en alcohol, en tabaco. También te dan una tarjeta para que te compres mercadería, que también se vende por menos plata en efectivo.”
La vida en los paradores comienza a las 8 de la noche. En Capital Federal hay dos: uno en Retiro y otro en Parque Patricios. Se entra al parador, se bañan “te obligan a bañarte, sino no te podes quedar y ni te dan la comida. Te revisan si llevas bebidas alcohólicas, droga. Te palpan de armas. Hay seguridad privada y policía.”
En la provincia también hay paradores en Morón y en Tigre, cuenta Luis que nunca fue a esos lugares. “Después de comer te podes quedar mirando televisión o jugar a las cartas, tomar mate. Yo me voy directamente a dormir. A las 6 de la mañana te levantan, desayunas y a las 8 a la calle” cuenta Luis que comenta que se puede faltar una noche al parador pero se pierde la cama asignada, “te dan otra”. El parador es un galpón grande con camas cuchetas al cual se puede volver las veces que se quiera. “Es medio carcelario el ambiente porque tenés que seguir horarios, reglas. Y a veces el trato es a cara de perro. Cuando entras te hacen una entrevista.”
Sobre los comedores, Luis cuenta que hay de todo tipo: “de iglesia católica, evangelistas y de partidos políticos. La mayoría son de Cáritas.”
Sobre la navidad, Luis cuenta que hay fiestas en los comedores, antes de la fecha. Este año Luis va a pasar la navidad en el comedor de San Cayetano, en Liniers, donde se pueden quedar hasta las 3 de la mañana. Luego, a patear la calle porque a esa hora los paradores están cerrados.


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