Los crímenes de lesa humanidad son
imprescriptibles y ayer, en La
Plata , se dictaminó la sentencia del tribunal que juzgó a 23
ex policías que actuaron en la represión ilegal de la última dictadura cívica
militar.
Mirar la expresión de esos rostros, o su
inexpresión; tratar de encontrar un dejo de humanidad, de arrepentimiento en
esas miradas, fue una búsqueda en vano.
De aquellos represores del circuito Camps, que
impartieron por mano propia el método de la desaparición y la tortura; de
aquellos asesinos, 16 recibieron la sentencia de cadena perpetua.
La justicia y el debido proceso son los
beneficios de estos 23 represores cuyas víctimas no tuvieron. Por eso, observar
esos rostros y escuchar la sentencia fue un ejercicio de justicia y reparación
histórica en esta democracia.
Los juicios por la verdad son Parte del Aire de
esta democracia que supimos conseguir, con la sangre de aquellos que padecieron
esos atropellos y sufrimientos.
Honrar esas vidas y reparar el daño son la
deuda que como sociedad vamos reparando cada vez que se dicta sentencia y se
juzga a los culpables. Ayer se hizo justicia en la Argentina.
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