Pareciera que hay dos estrategias confrontadas
a la hora de resolver conflictos: una dialoguista, pausada, planificada paso a
paso de manera casi meticulosa cuasi inexorable y otra que va al choque
permanente, confrontativa, muchas veces denigrante y desgastante que exaspera
al punto casi de la negación del otro.
A mediados de los ´90 hubo una película “Crash”
que resaltaba la experiencia del choque, del accidente –automovilístico-, una
peli dirigida por David Cronenberg.
Ambas estrategias tienen sus frutos: a veces se
llega a buen puerto siguiendo los pasos razonados por las vías legítimas de
negociación: la apelación al fallo del juez Griessa y su postergación; la
implementación definitiva de la ley de medios respaldada por la Corte.
Otras veces es necesario pisar el acelerador y
manifestar medidas enérgicas para hacerse oír: el paro docente, la lucha de los
metro delegados, entre otros.
Muchas veces se viven en situaciones de tiempos
veloces. Parte del Aire de este fin de año que se avecina palpita al ritmo del
desgano, de la saturación.
Situaciones que incitan a la confrontación, a
la falta de entendimiento o al desgaste de la paciencia. A decisiones muchas
veces drásticas.
Todo tiene solución, menos la muerte.
Quizá nada mejor que levantar el pie del
acelerador, aminorar la marcha y esperar a que las aguas bajen. Aquietar la
mente y meditar.
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