Si hay algo que duele, muchas veces, es la
indiferencia: indiferencia hacia el otro, indiferencia hacia lo que está
sucediendo. Hoy, mejor dicho, hace unos días, lo que duele es GAZA y las
muertes absurdas de inocentes.
Las imágenes laceran la conciencia. Sin
embargo, las imágenes de los últimos días me recuerdan las de hace años atrás,
décadas atrás: un padre llevando a su hijo muerto en brazos.
Desde siempre las muertes evitables, la de
miles de inocentes, duelen en el alma.
Una idea que da vueltas es aquella de que somos
perfectibles. Que muchas veces hay que actuar, accionar, para transformar: lo
que somos, la realidad que nos rodea.
Algunos piensan que esa transformación está en
nuestra naturaleza. Otros, que necesariamente somos transformados: nunca somos
la misma persona, al igual que nunca atravesamos dos veces el mismo río.
Lo que me permito aquí es dudar, por un
segundo, de esa transformación. El ejemplo de Gaza me lleva a este
cuestionamiento: ¿hasta cuándo se repetirán esas imágenes que despierta dolor?
Quizás la clave esté en no ser indiferentes: al
sufrimiento de los débiles e inocentes, al paro de los estatales, al reclamo de
los docentes.
En esta semana, Parte del Aire de lo que
sucederá, quizá requiera que cada uno dejemos de lado la indiferencia y así
podamos escuchar, al menos, lo que tienen para decir aquellos que muchas veces
no tienen voz.
Comentarios