Vivimos en un mundo en el que
las mujeres no tienen control sobre sus cuerpos: la moda, las dietas, las
presiones sobre el ascenso social.
El amor tiene sus vericuetos,
sus giros. La pasión no justifica el asedio sobre los cuerpos, nadie es propiedad
de nadie. Nadie debería decidir sobre la vida de nadie.
Mientras sea tan enorme la
desigualdad entre mujeres y varones, éstas permanecerán en condiciones
precarias: cuasi objetos de intercambio, bienes de uso.
La trata de blancas, la
violencia de género, el feminicidio son fenómenos que tienen su origen en la
base arcaica de una sociedad patriarcal, machista.
A pesar de que Parte del Aire
de estos nuevos tiempos soplan con renovación y cambio, con derechos humanos y
diversidad, quedan resabios de una noción intransigente y naturalista de cierta
superioridad.
El amor no da derechos, en el
amor se comparte. Y cada uno sabe que nada logra la violencia ni nunca logrará.
Que los nacidos bajo el sol no se olviden de su fragilidad.
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