Algunos prefieren mirar el juego desde una
mesa, con un tinto en mano, y opinar del tiro certero o la estrategia de juego.
Otros, prefieren entrar en la cancha y discutir
si la bocha tocó o no el bochín.
El gordo prefería mirar de reojo cada jugada,
palmar el piso, auscultar las miradas y sentir ese palpitar en cada golpe de
tablón.
Analizar la actitud de los equipos y anotar en
su cuaderno los resultados de cada partida.
Los clubes quedaron un poco más solitarios con
su ausencia: el Talleres Payró, el club Apolo, el Estrellita, el Porvenir, la Federación de Bochas.
Su figura ya no marcará con su presencia Parte
del Aire de esa mística que se respira en las canchas de bochas.
Entre lisas y rayadas, los bochófilos quedaron
con un hueco en el pecho, difícil de llenar.
Ahí gira en el aire la bocha próxima al golpe,
certero, para ese bochazo que definirá la partida.
Mientras Angel Tessore anota la jugada y
escribe esa nota, donde se desglosan las posiciones, desde el cielo de los bochófilos.
Vaya aquí este recordatorio para alguien que
amo su profesión y la siguió a muerte.
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