Cada mes de septiembre se revive un viejo
malestar que se arrastra desde la década de los noventa donde en los festejos
por la primavera comenzó a vivenciarse ciertas diferencias entre colegios.
Desde aquellos primeros hechos donde el “enfrentamiento”
no pasaba del mismo día de la celebración, hasta hoy donde en “la previa” ya se
palpan los ánimos, ha corrido bastante agua bajo el puente.
Y esta sensación rayana con la intolerancia, la
discriminación, se ha contagiado, lamentablemente, hacia otros colegios, otros
grupos.
Parte del Aire de esta celebración guardaba la
alegría de compartir un mismo sentimiento: el reverdecer de la vida, el día del
estudiante y la esperanza.
La esperanza sobre un mundo mejor que se empaña
en cada acto vandálico, en cada pintada, en cada graffiti, en cada volanteada
que incita a la diferencia en vez de celebrar lo que nos une: la primavera.
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