Colegio de Martilleros Mercedes

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Año nuevo chino y una celebración ancestral iniciada en el barrio chino porteño.

Desde el 26 de enero hasta este 31 de enero los chinos vienen celebrando el inicio del nuevo año del caballo con ritos y actividades de una tradición milenaria que ya pasa los 5 mil años.

En el barrio porteño de barrancas de Belgrano, cerca del cruce de Juramento con las vías del ferrocarril se erige el arco de entrada al barrio chino: unas tres cuadras donde el aspecto culinario de esta ancestral cultura se mezcla con las baratijas importadas de Taiwan y China en locales atestados de visitantes y curiosos que observan, caminan, curiosean, degustan y echan una breve mirada sobre las tradiciones orientales.
El domingo pasado, 26 de enero, comenzaron las celebraciones del nuevo año chino, el año del caballo de madera, y los residentes del barrio comenzaron con los ritos que se prolongan hasta el 31 de este mes de enero.
El templo emplazado casi al límite del barrio fue el epicentro de la celebración que tras los ritos de rigor dentro del mismo se trasladó a las afueras: en la calle los paseantes, turistas ocasionales y curiosos pudieron observar una muestra gratis de esta cultura milenaria.
Vale observar que el templo no es un templo chino y sino más bien taiwanes y que dentro de las curiosidades del barrio chino, con sus restaurantes con comida tradiciones y los puestos de venta de comida al paso, en una de las esquinas del barrio y sin mediar ningún local, unos adeptos practicantes de un arte milenario rescatado en el siglo pasado, el Fulan Dafa, repartían volantes informando de las propiedades benéficas del Fulan Dafa y también denunciando al propio gobierno comunista chino de la persecución de cerca de 100 millones de practicantes.
Desde las 10 de la mañana el templo abrió sus puertas y de su interior emergió un dragón verde persiguiendo una bola de fuego que se instaló al costado de la calle. Previamente dos estatuas móviles de guardianes chinos más tres imágenes de budas se acomodaron cerca de la esquina esperando a que el ritual se iniciara.
Unos jóvenes practicantes de disciplinas de artes marciales se ubicaron frente al templo y ejecutaron con golpes precisos unos tambores apoyados en sendos bancos de madera. Frente a ellos dos autoridades del templo observaban el desarrollo del ritual.
Luego cinco leones coloridos se pararon frente al templo y realizaron su danza ritual, con dos banderas que marcaban el territorio donde debían desplazarse para luego acercarse a las autoridades y retirar, cada león, un sobre rojo de sus manos.
El estruendo de los petardos asombró a los observadores desprevenidos y al ritmo de un gran tambor el dragón comenzó su marcha y una danza circular frente a las puertas del templo. El desfile se inició y el espectáculo se fue trasladando por las calles laterales del barrio chino.
En cada puerta de los comercios un león dorado hacía su ritual para auyentar los malos espíritus y traer prosperidad a los negocios y quienes estuvieran en su interior. Colocados en los umbrales de las puertas, algunos sobres rojos colgaban para ser retirados por la boca del ladrón que concluía su danza para ir hacia un nuevo local.
De esta manera el barrio chino de Buenos Aires dió la bienvenida al nuevo año del caballo con una ceremonia colorida, entremezclada por los olores inconfundibles de la comida oriental y el aroma del te.

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